lunes, 16 de marzo de 2009

El reino de la impunidad es tan peligroso como la más cruel de las dictaduras

La inmoralidad en el Paraguay goza de buena salud. La élite de poder (política, empresarial, judicial, etcétera) tiene que pasar por la opinión pública y el control objetivo de la prensa, para que tengamos algún atisbo de contrapoder y para permitir algún matiz de republicanismo.
La impunidad es la regla y, como una crónica anunciada de una frustración, está en un progreso constante e ininterrumpido en nuestra sociedad. Ni la celebrada alternancia del 20 de abril logró detener su predominio.

Todos saben que a mayor transparencia, mayor democracia; y tenemos democracia cuando funcionan no solo las libertades públicas. A su esencia hace un juego constitucional con sus actores legítimos, sus reglas pactadas reconocidas y aplicadas por todos, sus instituciones y sus estabilizadores naturales.

Éste es justamente el caso que consterna al país. En el Estado Social de Derecho, cuando el Derecho y la Justicia son parciales y vacilan, tiembla la sociedad y huele a confrontación social de un modo casi irresistible y de una envergadura casi inmanejable.

En esta semana que concluye, una pregunta crucial sacude a la ciudadanía: ¿Cómo tener confianza en una Corte Suprema de Justicia que "regala" entre uno a once millones de dólares a abogados que renunciaron a sus honorarios, o que confirma a uno de sus miembros en noviembre del 2008 y oculta su decisión por cuatro meses?

Una Corte Suprema donde, en el caso del "regalo" de fondos públicos, está claramente como protagonista un ministro de extracción liberal (Miguel Bajac) y en la maniobra de ocultamiento, otro de extracción colorada (Víctor Núñez).

Cómo confiar en las instituciones en el Paraguay, si aquella que tiene la máxima responsabilidad de equilibrar el accionar libertario de ciudadanos e instituciones, al ser cabeza de la Justicia, cae protagonista y víctima de una mezcla evidente y repugnante de presiones crematísticas, prebendas individuales y connivencias institucionales.

Nuestra sociedad es el reino de la impunidad, y eso es tan deleznable y peligroso como la más cruel de las dictaduras. El miedo y la inseguridad, de proseguir tan campantes, nuevamente formarán parte del ser paraguayo.

Un ciudadano que carece de confianza en el Poder Judicial y en unos fiscales con poderes casi omnímodos, con el tiempo vivirá con miedo y estará inseguro sobre su futuro y de las garantías mínimas que requiere una economía.

Si los máximos jueces de la República regalan dinero del Estado, impunemente, o se autoconfirman como inamovibles, sin escuchar ni respetar a los otros poderes del Estado, es preocupante. Además evidencia el precario funcionamiento de las instituciones.

Mantener el actual estilo de la Corte Suprema de Justicia será un obstáculo para el fortalecimiento de la democracia, pero también será una seria valla para el desarrollo económico y social.

La democracia no puede convivir con quienes tan irresponsablemente juegan con el futuro de la República. La ciudadanía, a través de sus representantes, o por sí misma, debe tomar la responsabilidad de revertir esta ignominia para salvar a la República.

Fuente: Editorial - Diario Ultima Hora (15/03/09)

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