lunes, 7 de julio de 2008

Iporã ne cambio

El nombre del diputado Mario Soto Estigarribia, consagrado como nuevo vicepresidente de la Cámara de Diputados, me hizo acordar del autóctono “ñandetarovapaite”. No hace un mes todavía que publicamos una factura de la Fundación Tesãi a su nombre, que incluía quirófano, servicios médicos y medicinas con un descuento del 100% para alguien que dispone de un sueldo de parlamentario por casi 20 millones de guaraníes.


Además de intentar conseguir la versión de Soto Estigarribia (nunca contestó la llamada), me sumergí en los archivos digitales del diario buscando sus antecedentes. Mirando la suma de publicaciones, el diputado tiene el “suma cum laude” de denuncias por presunto tráfico de influencias en el poder judicial. Sin embargo, Soto Estigarribia llegó a la vicepresidencia de Diputados de la mano de casi todos los aliancistas, aquellos que se llenan la boca hablándonos de cambio y que de entrada nomás se revolcaron con los nicanoristas para enchufarnos los “aparatos” de siempre.

Soto Estigarribia no era el único, pero tampoco el último “aparato” enchufado.
El diputado Gustavo Mussi fue electo representante de los diputados ante el Consejo de la Magistratura, ese Consejo que tiene mucho que ver con la calidad de nuestra justicia y nuestros jueces.

A finales del 2004 Gustavo Mussi dio instrucciones a Federico Schenk para que se le grabara a un ex compañero de este diario porque este se negaba a escribir a favor del argumento que quería Mussi. El casete que grabaron estaba lleno de infamias, calumnias y difamaciones, pero se hizo público; corrieron ríos de tintas y voces que nos expusieron al escarnio público.
Denunciamos ante la justicia a todos los que creíamos autores intelectuales y morales del episodio, pero a Gustavo Mussi lo salvaron sus fueros. Convocado como testigo –aunque debía ir como denunciado–, Mussi le mintió sin empachos a la jueza: le dijo que “alguien” que no sabía quién era ni recordaba cómo estaba vestido le hizo llegar la grabación, que no sabía ni como entró a su oficina. La mentira fue con tanta mala suerte que los abogados Alvaro Arias y José Casañas Levy desempolvaron el diario de sesiones del propio Parlamento donde quedó registrado que Mussi públicamente asumía haber dado las órdenes de grabar el famoso casete. O sea, no le bastó con esconderse tras sus fueros, también fue a mentir en pleno juicio, un delito penado por la ley.

A riesgo de ser condenada al fuego de la hoguera perenne por los demócratas de ayer, voy a tener únicamente que decirlo: “Iporã ne cambio!”.

Fuente: Mabel Rehnfeldt (Abc digital)



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