lunes, 2 de noviembre de 2009

Castración química

En Polonia han aprobado la castración química. Es para los sátiros incorregibles que acosan a los niños. A esos indeseables se les van a aplicar inyecciones que los van a dejar sin posibilidades de hacer sus marranadas. El nivel hormonal les va a bajar drásticamente; el control médico garantizará que no haya más daño que la incapacidad para pecar.

¿Resultará el tratamiento contra la lujuria? Unos dicen que sí y otros que no. Suponiendo que resulte, ¿no se podría aplicar un tratamiento parecido contra los demás pecados capitales? Contra la codicia, por ejemplo, que tanto dinero hace perder al país. Con dos inyecciones bien puestas, una a Morales y otra a Ramírez Zambonini, el Paraguay puede ahorrar 20 millones de guaraníes al mes. Esos dos altos funcionarios del Tribunal Superior de Justicia Electoral, por sí y ante sí, decidieron aumentarse el sueldo en 10 millones para cada uno.

Sólo que existe una cuestión de previo y especial pronunciamiento: ¿son vacunables? Cualquier magistrado amenazado por la jeringa invocará sus fueros, así que el asunto deberá pasar al Consejo de la Vacunatura (el de la Magistratura no sirve para nada). Más de un magistrado, pensando en la máxima "no hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti", tratará de proteger la cola del colega cuidando la suya propia. Es necesario que el Consejo de la Vacunatura funcione y que las vacunas no sean chinas, o sea mau.

Si no funciona, queda otra opción. Poner una inyección de punta en el asiento del culpable para que, al sentarse, quede automáticamente vacunado. Pero esta opción no es muy segura. En el asiento de un alto funcionario suele sentarse una modelo; si ella recibe la vacuna y renuncia a Satanás, a sus pompas y a sus obras, el pecador de alto vuelo se buscará otra más diabla.

La vacuna contra la ira es más difícil de aplicar. No es fácil sujetar a los rabiosos. Para eso habría que usar esos fusiles que vemos en Animal Planet, y que no tiran balas sino remedios. Se usan para vacunar a los tigres, leones, hienas, y pueden usarse para lidiar con los frenéticos. Dependiendo de la carga, podrán combatir varios tipos de vicios.

En el mes de octubre resultarán utilísimos. Octubre es el mes en que se discute el presupuesto en el Congreso. Cada octubre, sin falta, hay concentraciones de vagos frente al Congreso. Naturalmente, los vagos quieren más plata; más aumentos para sumarlos a los aumentos de octubres anteriores.

En algunos casos, los pedidos son razonables: no puede haber – por ejemplo– miles de maestros sin sueldo. Pero la gran mayoría de los protestones y pedigüeños están formados por los servidores de la pereza y la codicia: más plata para trabajar menos. ¡Qué bien vendría un equipo de francotiradores, o sea francovacunadores! La manifestación más violenta terminará dispersándose a medida que los manifestantes – uno detrás de otro– reciban la inyección de la decencia, disparada desde alguna azotea.

Y voy a terminar aquí para no parecer demasiado pesimista. Si la atorrantería sólo podrá curarse con medios químicos, es porque el Paraguay ya no tiene más remedio.


Fuente: Diario Última Hora 01/11/2009

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