lunes, 1 de febrero de 2010

Hijo busca padre, inútilmente

Entre las versiones sobre el manoseado “padre de la criatura jurídico-política” que pretendió reincorporar a dos ministros de la Corte destituidos por juicio político hay una que la oposición privilegia, que es obvia y hasta un tanto ingenua, y se repite en los medios de comunicación: que fue un plan de Lugo y su entorno para deslegitimar o relativizar el juicio político, haciendo que pueda ser revisable por la Corte. Así, supuestamente, se cubriría las espaldas cuando le hagan juicio a él mismo.

Lo que no explican es cómo, de repente, el luguismo puede tener tamaña influencia en el Poder Judicial, un espacio en el que justamente no ha podido meter mano y que continúa igual o peor que en la época del nicanorismo.

Al principio de su mandato, con una torpeza increíble, el Ejecutivo le entregó a Unace cargos clave en el Consejo de la Magistratura y el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, que fueron y son muy bien utilizados.

A mediados del año pasado me contaba con furia un veterano dirigente de la ANR la humillación de la que eran objeto los aspirantes a fiscales o jueces recomendados por los colorados. Cada uno de ellos era citado al domicilio particular de Lino Oviedo, para recibir la bendición del “líder”, dejando bien en claro que era EL quien decidía si obtenían o no el cargo deseado.

También cuentan que el inefable diputado López Chávez suele ir periódicamente al Este del país a presionar y juntar recaudación de algunos jueces amigos designados a dedo y que aportan para “la causa”. De paso, dicen, se pasea con algunas modelos despampanantes. Habladurías. No creo que un legislador tan reputado se dedique a esas cosas.

Todo indica que es poco o nada lo que Lugo tiene de influencia en la “justicia”, más allá de que Fretes le diga que es su cuate y juegue al truco con él. Lo mismo hacía antes, sin problemas, con Nicanor.

Poco antes de lanzarse la resolución que tanta polémica causaría, el Ejecutivo fue avisado y lo convencieron de que le convenía por el hecho de que echaba dudas sobre el juicio político. Le dijeron que solamente debería callarse y que dentro del plan también estaba el Jurado de Enjuiciamiento, donde cuatro de sus miembros, entre ellos el presidente Bacchetta, iban a darles “protección” a los camaristas.

La forma tan burda en que salió finalmente la resolución echó por tierra todo. Al genio que lo redactó se le ocurrió nada menos que “ordenar” al Congreso, al Ejecutivo y al Consejo de la Magistratura que parasen todos los mecanismos para cubrir las vacancias de Rienzi y Altamirano porque las mismas estaban destinadas a Fernández Gadea y Ríos Avalos. Ja, ja. De tamaño despropósito nadie se podía hacer cargo. Era obvia una reacción en bloque de la clase política como la que se dio.

Se puso en marcha un plan “B” (¿o “A”?). La mayoría de la oposición pidió indignada el juicio político a Lugo, el gran “culpable” de este siniestro plan. Pero eso se frustró porque la Corte volvió atrás sobre lo actuado, previa intervención personal de algún senador liberal. La cuestión se arregló vai vai. Volvió la paz, pero el problema de fondo sigue latente.

Saber quién fue el padre de la criatura será difícil porque los silencios que imponen las mafias suelen ser eficaces. De lo que se trata realmente es de comenzar a cambiar algo en ese antro que es el Poder Judicial poniendo a gente un poquito más honesta y no a cuanto mercenario dispuesto a prestarse a cualquier aberración. Aunque, para ser sinceros, no creo que la clase política actual esté dispuesta a dar semejante paso.


Fuente: ABC Color 09/01/2010

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