viernes, 23 de enero de 2009

Con o sin cuoteo, la Justicia seguirá en cautiverio

Cuoteo o no cuoteo. Ese es el dilema con el que muchos describen el problema de la Corte Suprema. En torno a esas opciones gira el debate que calienta aún más este enero ya de por sí candente.

Mientras unos satanizan esa forma en que los dueños del poder reparten los cargos entre sus incondicionales para que las injusticias presentes y futuras bailen en media pata, otros lo ven como la única manera de resolver la espinosa cuestión de hacer funcionar el órgano más elevado de la Administración de Justicia. Funcionar en su acepción de oiko, no de eficiencia y responsabilidad.

En el contrafrente, promocionando una mágica poción que enderezará lo torcido, enmendará los errores, calzará a los descalzados, alineará a los desalineados, descoimeará a los coimeros, deschicaneará a los chicaneros, independizará a los dependientes, volverá doctos a los ignorantes, borrará las influencias y hará que el prójimo coma dichoso su mandioca porque tiene la bendición de la Justicia, se yerguen los partidarios del no cuoteo.

Por ese método – supuestamente– se elegirá a los más íntegros, justos, sabios, preparados, neutrales, ecuánimes, incorruptibles y demás yerbas de la virtud. Sin partidos – o con partidos, pero sin que estos lo apadrinen ni incidan tendenciosamente en las llamadas telefónicas que puedan hacer, en los expedientes donde danzan millones y los fallos donde están en juego situaciones políticas– , podrán estar enteros para impartir justicia y velar para que la imparcialidad, la rectitud y la probidad sean los únicos que determinen el contenido de una disposición judicial en cualesquiera de las instancias.

Esas ideas, cuando apenas cabalgan los primeros años del siglo XXI, podrán servir para agregar capítulos a la ciudad utópica creada por Tomás Moro, pero no para el Paraguay, que aún necesita derrotar limitaciones de prescolar.

El problema de la Justicia no es el cuoteo o no cuoteo. Se escoja a los ministros, jueces y fiscales por un canal o por otro, todavía tendrán que pasar varias generaciones para que alguien por fin pueda ver una situación medianamente aceptable.

El verdadero problema es la mentalidad – o, si se quiere, la cultura– del cuoteo, el padrinateo, el mondateo, el ñevendeteo, el presionateo, el platapotateo, el sinvergüenzateo y el multicolor rostro de cuantos teos impresentables existan.

Las escaramuzas verbales, los jetyvyro y los movimientos espasmódicos que se generan en cada inicio de gobierno en los diversos ámbitos vinculados a la renovación de la Corte no pasan de ser meros jagua jepe′e del verano.

Lo que los paraguayitos que mandan – o empiezan a darse cuenta de que había sido nimbo ra′e voi luego pueden mandar, en el sentido de que se les obedezca– quieren es poner a sus ta′ýra ahí en la Corte. Eso porque, aunque ñembobobos, no son para nada estúpidos cuando de intereses a futuro se trata. Quieren estar arriba y, si fuese posible, no bajar de ahí sino certificadamente muertos.

Adhieran al cuoteo o al no cuoteo, los que están en el poder saben que libran una batalla perdida de antemano. Entonces, pelean por una victoria que pueda servir solo a sus huestes. Están convencidos de que es lo máximo que pueden alcanzar. Y actúan en consecuencia.

No hay nada más triste que la desesperanza. Solo la desesperación le supera. Pero la historia va paso a paso. Y si hay descuido, oguevi, a lo cangrejo. Este animal que retrocede es el retrato actual de la Justicia. Para qué ilusionarse. Are gueteri ñaha′ârôta.

Fuente: UH digital 23/01/09

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